viernes, 18 de enero de 2013

Carisma

La masonería imprime carácter a las personas desde el mismo momento de la iniciación. El iniciado busca la luz que ilumine su vida espiritual y moral, intenta encontrar un camino esclarecido por el que transitar la vida. Sin dogmatismos, sin imposiciones, desde el libre albedrío que nos es dado a todos. Pero el camino no es recto ni está exento de vicisitudes, por lo que no todos encuentran lo que esperaban o no exactamente lo que deseaban encontrar. Por el contrario, otros sí hallan lo que pretendían, encuentran la escuela que necesitan y emprenden sin prisas y sin pausas el arduo trabajo del masón, que es pulir la piedra bruta de su espíritu. Ambas situaciones se producen, no nos engañemos, pero se puede asegurar que también en ambos casos la masonería deja una profunda huella, establece un antes y un después en la conciencia de quien fue recibido aprendiz. No se deja nunca de ser masón en el corazón puro de quien busca un camino, se esté activo o inactivo, dentro o fuera, cerca o lejos. Se nos imprime un carisma, se nos enciende una llama que alumbra nuestro alma hasta el fin de nuestros días y en beneficio de la humanidad.

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